viernes, 23 de enero de 2009

En general la foto antigua tiene un encanto especial, bien por toda la historia que encierra o por el tiempo transcurrido y lo que representa plasmar el mundo de un pasado en una fotografía.
A mí especialmente me gustan mucho las fotos eróticas de esa época, el estilo vintage más atrevido, con toques a veces sublimes, tan aparentemente inocentes, que por entonces debieron causar todo un escándalo... y ahora representan un arte mágico y sutil en aquella manera tan particular de mostrar la belleza y la sensualidad.

Uno de los fotógrafos más conocido de los años 20 en ese arte, es Alfred Cheney Johnston que fue contratado para publicar fotos "atrevidas" para la revista de bailarinas de aquella época "Ziegfeld Girls".

Aquí os pongo un vídeo precioso de sus trabajos para la famosa revista:


miércoles, 21 de enero de 2009

Uno de mis entretenimientos favoritos en época de rebajas, aparte del propio de mirar mucho y comprar menos... es el de observar a la gente que revolotea por cada una de las tiendas en las que me meto y principalmente en los chicos, con sus particularidades. Tanto los que abordan las tiendas en solitario como los que fielmente acompañan a sus parejas.
Aprovechando la larga fila de la caja o de los probadores en cada tienda, me dedico a ir catalogando a los tíos buenos que pululan por allí, con cierto disimulo pero sin perder la oportunidad del descuido para "escanear" de la mejor manera posible. Hago un primer testeo visual, físico y de comportamiento. Conforme a eso y tras la primera impresión, realizo una valoración total acumulada, de tal modo que si hay un tipo medianamente atractivo le otorgo un punto, si está buenorro o tiene una mirada de las que deshacen, pues le pongo 2 y si el tío está de "rompe y rasga" se lleva un 3 (estos son excepcionales). Al final sumo y bueno, hay tiendas que no superan un total de 10 puntos y otras no sé que pasa que salen de hasta de debajo de las piedras y no doy a basto en el recuento, superando los 30 puntos o más. Es un entretenimiento de lo más tonto, ya lo sé, pero me encanta y es mi juego particular de las rebajas...

lunes, 12 de enero de 2009

Este relato forma parte del XIV ejercicio de autores de TR y cuyo tema es "Una noche en la playa".

Hoy, estoy de nuevo aquí, paseando por esta playa solitaria, la misma que nos unió en aquella noche...

Todo parece igual... El mismo aroma que envuelve la brisa, esa mezcla de olor a salitre, a arena y mar y el mismo color de la noche en azul zafiro, engalanado de estrellas... Hoy todo vuelve a ser como aquella noche, en la que nos entregamos al amor y a la carne por primera vez.

¿Sabes? Vuelvo a recordarlo todo, con detalle: Cada instante, cada momento, como si una película se repitiera en mi cabeza meticulosamente y nunca se quisiera borrar. Me parece estar viendo tu cara, tus ojos clavados en mí... admirándome, haciéndome sentir tan deseada. Todo el mundo quiso que me olvidara de ti, de esos momentos tan nuestros, que no me torturara a cada instante, pero yo sigo viniendo a esta cala, cada noche, sólo para recordarlo y para nunca olvidarte, amor mío... ni esta playa que me vuelve a traer a ti una y otra vez.

¿Te acuerdas? Éramos apenas unos críos y teníamos tantos sueños, un futuro por delante y nada ni nadie más a nuestro alrededor. Entendiéndonos, descubriéndonos... Aquella noche nos decidimos, estaba más que planeado, intentando disimular nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestra excitación, pero rotundamente convencidos... de una vez por todas, nos entregaríamos a la pasión, haciendo el amor por primera vez.

Siempre me cuidaste como a una princesa, pero esa noche aun con mayor intensidad, con suma delicadeza, con todo el corazón enamorado mientras yo, respondía entusiasmada a tus caricias, jugando con tus manos, con tus labios, aquellos que me regalaban el elixir que emanaba de ti...

Desnudamos mutuamente nuestros cuerpos adolescentes y descubrimos por primera vez esa desnudez, la de fuera y la de dentro en una vergüenza compartida y el placer de hacerlo enamorados. La noche y la pasión hicieron el resto, percibiendo olas y olas de placer, las mismas que acompañaban a nuestros cuerpos desnudos, adivinando el placer del otro... revelándolo. En poco tiempo desaparecieron nuestros miedos, aquellos que no podían enturbiar una noche tan mágica, un momento inolvidable.

Me concediste tu cuerpo y el mío te perteneció con la misma entrega, con la misma fuerza... Siempre soñamos ese momento, pero llevarlo a la realidad superó todas las expectativas. Nunca supe cómo sería mi primer orgasmo en manos de alguien que no fuera yo misma y esa vez tuve la gran fortuna de conocerlo a través de ti, de tus manos, de tu boca, de tu sexo...

Me llega vivamente el recuerdo de cuando desnudos nos quedamos sentados a la orilla, en silencio, tras aquella… nuestra inolvidable primera vez... observando cada una de las olas que llegaba jugueteando hasta nuestros pies entrelazados.
Y estoy viendo el momento en el que me invitaste a que juntos nos bañáramos en aquella negra noche, en aquel oscuro mar, al que preferí no adentrarme, si no esperarte en la orilla para observarte mientras tú lo hacías, pues el agua siempre me dio miedo pero a oscuras aun más y no me atreví a bañarme contigo... a compartir ese momento junto a ti. Observé como tu figura se confundía entre la espuma sobre las olas que iban y venían, riendo contigo mientras nadabas saltando igual que un delfín en aquel agua tan fría y poco a poco desaparecías mientras intentaba adivinar tu hermoso y atlético cuerpo bañado por las estrellas y el enérgico mar.

El resto que me queda del recuerdo es la amargura, la angustia… los momentos dolorosos de no ver tu regreso... de esos minutos eternos en los que intentaba verte aparecer en cada ola que llegaba hasta mí. Nunca más llegaste a aquella orilla junto a mí, a esta misma orilla en la que ahora de nuevo estoy sentada, viéndote, como entonces, ¡y esperándote cada noche! como aquella en la que permanecí inmóvil, incrédula de lo que me estaba pasando creyendo que de un momento a otro volverías para abrazarme.

Nunca apareció tu cuerpo, ni aquella noche, ni en las cuatro siguientes hasta que dieron por cerrada la búsqueda y tu desaparición, la de aquel ángel que estuvo enseñándome el cielo y que de pronto se esfumó, aunque yo nunca me cansé de esperarte, de venir a buscarte en cada noche. Aun confío, amor mío... espero que algún día, en esta misma playa, en alguna de estas frías noches, cargadas de estrellas, una de esas olas me sorprenda para verte aparecer, desnudo, saliendo de entre ellas diciéndome cuanto me amas.


Lydia

martes, 6 de enero de 2009


Para tí que soñabas un regalo
para tí que añorabas aquel regalo
para tí que sufrías por tu regalo
para tí que no querías el regalo
para tí que no tuviste regalo
para tí que recibiste miles de regalos...
para todos, con regalo o sin regalo
para tí... mi regalo es... un beso.
Subscribe to RSS Feed Follow me on Twitter!