lunes, 10 de diciembre de 2007

La última llamada por los altavoces avisaba del retraso del avión en casi dos horas. Y eso era lo último que me faltaba. Si no estaba bastante cabreada por quedar fuera del nuevo proyecto de investigación en el que estaba metida día y noche, mi jefe me había hecho la simpática gracia de tener que cuidar de un niñato procedente de México que se iba a tirar quince días en España a mi cargo asignado como alumno de un proyecto de videotelefonía.

Desgraciadamente ya había pasado por eso de tener que aguantar a un inexperto alumno, explicándole una y mil veces cada cosa detalladamente, para que se llevase unos buenos apuntes de un trabajo que a mí me había costado años de trabajo y para colmo interfiriendo en mi día a día y mis otras muchas ocupaciones personales.

Ahora, además, me tocaba esperar el retraso de aquel avión, algo que me ponía a cien y luego tener que mostrarme simpática y amable con ese mexicano, sobretodo para no deteriorar nuestras buenas relaciones con las empresas de aquel país, involucradas en el proyecto con varios millones de dólares de por medio.

Después de la tortuosa espera, acudí a la pasarela de llegadas internacionales con un cartelito entre mis manos que rezaba: “Alumno Félix Bolaños” y debajo el nombre de mi empresa. Fueron pasando todos los pasajeros que me parecieron miles y cada cara de jovenzuelo que iba pasando parecía ser mi “invitado”, pero el tal Félix no aparecía. Justo en el momento en que me disponía a darme la vuelta, más irritada todavía de lo que estaba, al fondo del pasillo apareció la imagen de un joven que corriendo se acercaba con una bolsa al hombro. Al verle me quedé atontada, pues no podía creer lo que veían mis ojos. A medida que aquel chico se aproximaba, más impresionada me quedaba. Debía tener unos veinte años, moreno, peinado hacia atrás y marcando una musculatura divina, bajo una ajustada camiseta y unos vaqueros gastados. ¡Qué pedazo de tío! Se puso a mi altura haciéndome olvidar de todos mis males y dejándome en mis pensamientos una frase que se repetía en mi cabeza: “que bueno está el chaval… ay… te hacía un favor que no veas…”.

Pero mi sorpresa no quedó ahí, ya que se me acercó y leyendo mi cartel sonriente me dijo:

- Perdona… soy yo…

Me quedé con la boca abierta y sin poder articular palabra.

- Hola… - repitió él, esta vez clavando sus ojos negros en los míos – digo que… Félix soy yo… supongo que tú eres Lydia, mi tutora.

- Sí, esto… yo… esperaba….

- Perdona mi retraso… bueno el del avión no ha sido culpa mía… pero el mío es que perdí mi pasaporte y al fin lo encontré… esto, bueno, te estoy tuteando espero no molestarte…

- No, claro… encantada – añadí dándole dos besos y la mano cordialmente a la que él se aferró con suavidad y firmeza al mismo tiempo.

- La verdad, Lydia, no te imaginaba así…

- ¿Así? ¿Cómo?

- Perdona de nuevo, quiero decir que no pensé que fueras tan joven y bonita, me imaginaba una ingeniera de mediana edad, no sé me había hecho otra idea...

No sabía que decir ante aquellas amables palabras pero lo cierto es que a mí me había pasado exactamente lo mismo, no imaginaba que aquel chico guapísimo pudiera ser mi alumno, pero es que además parecía simpatiquísimo.

- Yo tampoco imaginé que fueras así…

- Oh vaya, ¿quizás más mayor?

- No, al contrario, pensé que serías un adolescente… hasta ahora todos los alumnos que nos han enviado eran de quinto o sexto semestre y tú… ¿tienes…?

- 22 años. Sí, antes enviaban a muchachos inexpertos, pero me han elegido para cooperar en una gran empresa, que supongo es la tuya, por eso te habrás sorprendido.

- Entiendo.

- ¿Y tú?... ¿Cuántos? Vaya, otra vez de preguntón, perdona Lydia… si no es indiscreción.

- No, no me importa, tengo 35.

- Que bien, la mejor edad para una mujer. – añadió.

- ¿La mejor?

- Sí, dicen que las treintañeras son las que mejor disfrutan de la vida: de belleza, de conocimientos y de todo… Es la edad ideal.

No podía evitar mirarle la boca mientras me hablaba, aquellos labios que pedían a gritos ser devorados, aquellos dientes blancos y perfectos… aderezados con aquel cuerpo, esos brazos musculosos que con la tensión de su bolsa sobre su hombro parecían más robustos, unos ojos impresionantes… es decir todo.

- Antes que nada Lydia, quisiera darte un regalo.

- ¿Cómo? ¿Un regalo?

Metió la mano en el bolsillo de sus jeans ajustados y al hacerlo mi mirada se dirigió automáticamente a su paquete, algo que parecía ser igualmente robusto. Sacó un pequeño colgante con un Halcón plateado.

- Verás, esta es la mascota de mi facultad, me gustaría regalártelo.

- Pero, no hacía falta…

- Por las molestias ¿Ok?

Aquel detalle me encantó, bueno y todo él... A partir de ese momento todos mis males y mis cabreos desaparecieron por completo, sintiéndome contenta por la llegada de tan adorable alumno.

- Félix, ¿Ya tienes alguna reserva de hotel? – le pregunté.

- Oh, no gracias Lydia, pero tengo unos amigos aquí en Madrid, me quedaré en su casa.

- De acuerdo, te llevo en mi coche.

Durante el trayecto seguimos conversando de muchas cosas y nos metimos en pleno atasco de Madrid a una hora punta y casi me alegré por ese hecho para poder estar más tiempo junto a ese chico simpático, guapo y hablador que de vez en cuando me regalaba algún piropo maravilloso.

- Que suerte tengo de tener una profesora tan linda. Además pareces muy inteligente, seguro que voy a aprender mucho contigo.

- Gracias, Félix, me vas a sonrojar.

- Es la verdad. – sentenció.

- ¿Sabes? Tenía ciertas ideas preconcebidas sobre los mexicanos.

- ¿Ah y como somos, según tú?

- No, ya veo que muy distintos a como creía. No sé, tu forma de hablar y de expresarte, casi sin acento, digamos que pareces un mexicano españolizado…jeje. Me había idealizado que físicamente eras de otra manera y siempre pensé que erais algo machistas… en fin muy distinto a la realidad.

- Bueno, lo del lenguaje que uso y el acento puede que sea porque tengo muchos amigos españoles y me resulta fácil expresarme como ustedes. Lo del físico lo tomo como un halago, supongo… y lo de machistas es cierto, desgraciadamente lo somos mucho, pero poco a poco vamos cambiando. Los más jóvenes, desde luego pensamos muy diferente a nuestros viejos.

El viaje era largo hasta llegar al chalet de sus amigos que estaba al otro lado de la ciudad y sin embargo no me importó seguir a su lado tanto tiempo, vamos, que en realidad se me hizo corto.

- Hemos tardado un poco ¿no? – le dije cuando se apeaba del coche.

- Estoy acostumbrado a mi México, pero bueno, yo me manejo mejor en moto.

- Que bien, pero a mí me dan un poco de miedo.

- Eso porque no lo probaste conmigo.

Aquella invitación sonaba sugerente pensando que ojalá se pudiera cumplir, pues abrazarme a aquel cuerpo debía ser delicioso. Nos despedimos y quedamos para el día siguiente con el fin de recogerle para visitar nuestra empresa y comenzar la enseñanza.

No pude quitarme de la cabeza en todo el día la imagen de aquel chico tan guapo, caballeroso y simpático: Todo un diamante mexicano. A la mañana siguiente pasé a recogerle a la hora que habíamos convenido. Su camisa de manga corta mostraba de nuevo aquellos brazos fornidos que deseaba me abrazaran continuamente. Llevaba una carpeta y siempre su perfecta sonrisa. Después de saludarnos con dos besos, momento que aproveché para acercarme algo más a su cuerpo y sentir con el roce de mis tetas su pecho duro, nos dirigimos a las oficinas de mi empresa.

Le estuve mostrando las instalaciones y algunos proyectos pendientes. Él no dejaba de tomar nota de cada cosa que le iba enseñando y de paso fijándose en el canalillo del escote de mi blusa que yo había elegido bien ajustada precisamente pensando en él, lo mismo que la minifalda, más corta de lo habitual, no pasándole por alto cada detalle, ya que sus ojos se iban inconscientemente a mis piernas en más de una ocasión, algo que me hizo mostrarme todavía más sensual que nunca. Después de todos los aspectos técnicos y tras visitar el laboratorio de investigación de nuestro nuevo videotelefóno, nos dirigimos al comedor de la empresa para almorzar juntos e intercambiar las primeras impresiones. La charla fue muy animada durante la comida y creo que a partir de ese momento fuimos tomando una confianza mutua, como si nos conociéramos de toda la vida. Al final Félix me comentó:

- ¿Sabes Lydia? Estoy pensando en los pocos días que me quedan y ya me estoy poniendo triste.

- ¿Por qué Félix? Aun te quedan 14 días.

- Por ti. Me siento tan a gusto contigo…

- Gracias, yo también… es una pena que solo puedas quedarte dos semanas, seguro que nos conoceríamos mucho más.

Él se quedó un poco pensativo con aquella frase mía y yo misma también por haberla pronunciado casi inconscientemente.

A lo largo de los siguientes días, la atracción que sentía por Félix se acrecentó, porque ya no me limitaba a verle como a un chico guapo y simpático, sino como a un deseo intenso al que mi cuerpo no podía resistirse. Precisamente mi novio me había notado algo rara en esos días y le dije que era por culpa del trabajo, ya que evidentemente no podía comentarle lo tremendamente cautivada que me sentía por aquel guapo mexicano y como me calentaba nada más verle.

Una mañana llegó Félix más pronto de lo normal a la empresa. Me alegré de verle, pero más al ver su cara cuando quería darme una sorpresa:

- Ven Lydia, corre… - me decía tirando de mí hacia la calle.

- Pero… ¿Félix? ¿Dónde me llevas?

- Ya verás… es tu sueño…

Al llegar a la puerta principal y bajar las escaleras me mostró frente a nosotros, una moto de gran cilindrada en el aparcamiento.

- ¿Y esto? – pregunté intrigada.

- ¿No me habías dicho que nunca habías montado en una moto a gran velocidad?

- Pero ¿Es tuya?

- No, me la prestaron mis amigos de acá. ¿Vamos? – dijo ofreciéndome un casco integral y poniéndose él otro.

- Pero… Félix…

- ¿Qué ocurre? ¿No te gusta la idea? ¿No confías en mí?

- Si, pero es que estoy con minifalda y…

- Y preciosa además… eres un bombón.

- Pero no podré…

- Mira por eso no te preocupes: Con el casco nadie podrá reconocerte y yo estaré más que orgulloso de llevar a una bonita rubia en minifalda para envidia de todos los que te admiren… ¿qué más pedir?

Le hice caso, me enfundé el casco integral y me subí a la parte de atrás de aquella enorme moto. Naturalmente al hacerlo la minifalda hizo que mis piernas se mostraran aun más al subirse la prenda y tuve que apretarlas contra el cuerpo de mi atractivo estudiante que agradeció aquello con una pequeña palmadita en mi muslo. Eso me gustó mucho y apoyando mi pecho en su espalda y mis manos en su cintura salimos disparados de aquel aparcamiento recorriendo la ciudad en esa moto en una sensación nueva para mí y muy agradable por cierto. Además de vivir la velocidad y de sentirme segura con un buen piloto que la manejaba, la sensación de estar apretada contra él, más que nunca, me proporcionaba un placer especial… notaba como se endurecían mis pezones a medida que esa unión se hacía más palpable.

Al llegar a uno de los cruces de la ciudad, un grupo de hombres que estaba trabajando en el cuidado de un jardín dejaron sus labores, para observarnos. Al principio pensé que era por la propia moto, pero me di cuenta que mis piernas llamaban mucho más la atención y eso, evidentemente, me ponía aun más cachonda.

En otro de los semáforos que hay junto a la zona de oficinas, había una terraza de un bar donde sabía que iba frecuentemente a desayunar mi novio. Al acercarnos mi corazón palpitaba muy deprisa, pensando que cuando nos viera pudiera reconocerme y esperarme un disgusto con sus enormes celos. ¡Allí estaba! Al verle me quedé paralizada, pero justo al pasar a su lado, comprobé que no me había reconocido ya que me lanzó un beso como si fuera dirigido a una chica rubia cualquiera que se le quedaba mirando desde una moto y no que fuera su propia novia la que se ocultaba bajo un casco integral. Eso era una sensación super morbosa que añadía un calorcito que aumentaba en mi cuerpo hasta notar como mi sexo se iba humedeciendo sin parar.

- Bueno Lydia, dime ¿qué te ha parecido? – me preguntó Felix cuando terminamos el viaje al tiempo que ayudaba a bajarme de aquella motocicleta.

- Ha sido fantástico.

- ¿Ves? Nadie pudo reconocerte.

- Ya lo creo, ni tan siquiera mi novio.

- ¿Tu novio?

- Sí, era uno de los chicos que estaba en la terraza de aquel bar.

- Oh, vaya… ni te conoce el tipo. – contestó riendo.

- La verdad es que ha sido excitante.

- ¿Ah si?, pues no es nada comparado con hacerlo desnudos.

- ¿Cómo? ¿Desnudos?

- Si… acuérdate que nadie te reconoce. Yo lo hice varias veces en mi facultad allá en México y no hay nada comparado a eso, es tan excitante que deseas repetirlo una y mil veces.

- Pero Félix… ¿Sin nada de ropa?

- Claro, es divertido, todo el mundo se te queda observando ¿te das cuenta? Bueno nunca lo hice acompañado de una preciosa rubia como tú… si quisieras…

- Félix estás loco. – contesté ruborizada, pero pensando en el fondo de esa posibilidad, algo que me ponía más caliente, imaginando lo prohibido, lo alocado del tema.

Los siguientes días seguimos trabajando en el proyecto de telefonía audiovisual y lo cierto es que Félix era un alumno muy aventajado, porque no solo aprendía rápido, sino que además aportaba ideas muy inteligentes a todo el trabajo y sugerencias muy a tener en cuenta. Sin embargo, lo que a mi me rondaba la cabeza era imaginarme desnuda en aquella moto, solo con el casco puesto y abrazada a Félix y percibiendo el contacto de nuestros dos cuerpos sin ningún tipo de ropa de por medio.

Una mañana me sentí muy lanzada y llevé al trabajo un pantalón blanco muy ajustado y debajo un tanga. Tal y como esperaba Félix se quedó impresionado al verme.

- Guauuu Lydia, que pantalón, estás increíblemente hermosa.

- Gracias ¿Te gusta? ¿No se me nota el tanga? – le hice la pregunta con toda la maldad del mundo para que se fijara bien, pasando mis manos por las caderas.

Sin responder me hizo girar sobre mi misma y a continuación se puso a palpar mis caderas buscando esa costura que pudiera distinguirse bajo el pantalón. Después, ni corto ni perezoso comenzó a sobarme el culo, primero suavemente pero más fuerte después. Me tuve que agarrar a una silla para no caerme del gusto que me estaba suministrando. Cerré los ojos sintiendo como aquellas perversas manos me sobaban el culo y de mi garganta salía un pequeño gemido. El cuerpo de Félix se pegó detrás del mío notando como la dureza de su polla se ubicaba entre mis glúteos de aquel ceñido pantalón.

- Vaya culito Lydia, debe hacer maravillas a tu novio.

- Gracias. – respondí sonriente a su piropo pensando si se refería a que hubiera tenido relaciones anales con mi chico, algo que me había rogado en innumerables ocasiones y a lo que siempre me había negado rotundamente.

- Lydia, estoy desesperado… Llevo casi diez días aquí y no puedo contenerme… - me decía pegando su boca a mi oreja. Ese culo me tiene trastornado…

- Félix… no puede ser… tengo novio y… mmmm….

- ¿Y que importa? Te deseo Lydia…

- Félix no, por favor… - repetía yo cuando sus dedos pasaron de mis caderas a la parte de delante y comenzaron a acariciar mi chochito por encima de la tela de mi pantalón. En ese momento creí morirme de gusto.

- Lydia como me gustas… te deseo más que a nada en el mundo. – repetía en mi oído a modo de susurro.

Aquello era superior a mí, no podía aguantar de sentir sus dedos jugando entre mis muslos y haciéndolo con gran pericia. Sin embargo intenté poner un poco de orden a todo aquello, pensando en mi novio, separé la mano de mi entrepierna que tanto placer me estaba aportando:

- Félix, no por favor… perdóname…

Él me sonrió y entendió perfectamente por mi cara la situación tan complicada en la que me encontraba.

- No, la que debes perdonarme eres tú. Me dejé llevar… creo que he sido muy desconsiderado y no quise molestarte…

No le dejé acabar la frase.

- ¿Molestarme?... Félix, me ha encantado. Sentí un placer tremendo y… me gustas mucho… pero es que mi novio…

- Vaya – contestó algo sorprendido - ¿Yo te gusto?

- Por supuesto Félix. Eres un encanto y además estás buenísimo y…

- ¿Ah siii? Dime, dime…

- Bueno, cuando noté en mi culo la dureza esa de ahí, pues… sentí algo extraño y placentero. Pero yo estoy comprometida y… comprende…

- No tienes por qué disculparte preciosa, lo entiendo perfectamente.

Además de ser tantas cosas, demostró ser un caballero muy sensato y muy amable en una situación embarazosa para mi, a pesar de que lo que más deseaba en ese momento era que me siguiera metiendo mano y sentir esa polla alojada en otro lugar… follar con aquel mexicano que me hechizaba con aquellos ojos debía ser increíble, con solo imaginarlo me humedecía entera.

- Eres un cielo Félix – le dije percibiendo el gran bulto que se le había formado bajo el pantalón… más grande de lo normal. Dios como me ponía ese tío, estaba hecha un lío…

- Gracias pero es que imaginé ese culito precioso y… no pude resistirme a la tentación…

- ¿Qué imaginaste?

- Pues que tu novio tendrá todo un maravilloso regalo con él, cuanto le envidio en todos los aspectos. Es un tipo con suerte.

Entendí que Félix se refería nuevamente a que mi novio había conseguido perforar mi agujerito posterior.

- Bueno, Félix, ¿Te puedo contar un secreto?

- Sí, claro.

- Pues que yo no…

- ¿Tú no qué?

Ante mi silencio se me quedó mirando fijamente incrédulo de lo que le contaba, para intentar aclararlo con una pregunta:

- ¿Quieres decir que aun no has probado…?

- Pues no, el culito lo tengo virgen, sí.

- Oh, vaya.

- ¿Te sorprende?

- En cierto modo sí, pero no pasa nada.

Sospechaba que Félix debía ser todo un experto en el tema en el que yo andaba pez y que yo lo consideraba un tema tabú, mientras él hablaba con tanta naturalidad.

- Félix, siento haberte provocado de alguna manera y… no sé como compensarte, me siento mal…

- Para nada mujer, la culpa ha sido mía. ¿Qué tal si cenamos juntos mañana y nos olvidamos de todo?

- ¿Mañana por la noche..? Bueno claro, al fin y al cabo te quedan dos días. ¿Dónde te gustaría ir?

- A tu casa, si me invitas, claro...

- ¿Pero…? – pregunté algo desorientada.

- Sí, tengo ganas de conocer a tu novio, ese que tiene la suerte de tenerte en exclusividad, debe ser un tipo con mucha suerte. Le envidio, sinceramente y tengo ganas de conocerle.

No pude negarme y entendí que tampoco tenía importancia que fuera a cenar a casa para presentarle a mi chico a pesar de que este se pudiera sentir algo celoso, pero incluso aquella idea también me atraía.

- Si me hicieras otro regalo sería el hombre más feliz del mundo – añadió a continuación aquel mexicano tan atractivo y seductor.

- Claro, si está en mi mano… lo que quieras. - contesté segura.

- Pues que me acompañes de nuevo en mi moto.

- Bueno, eso será un placer. Me encantó la otra vez.

- Pero ahora sería de una forma especial… ¡Desnuda!

- ¿Cómo? – pregunté alarmada abriendo mis ojos como platos.

- Sí Lydia… ¿Recuerdas lo excitante que te resultó el otro viaje? Nadie te podrá conocer, con el casco quedarás en el anonimato y en cambio será muy divertido…

- Pero Félix eso no puede ser… Yo no puedo… Desnuda contigo…

- Está bien, está bien… Hagamos una apuesta.

- ¿De qué tipo?

- Si consigo terminar el proyecto que hemos comenzado antes de mañana y reducir su presupuesto en al menos un 40% ¿Lo harías? ¿Irías desnuda en mi moto?

Sabía que aquello era materialmente imposible. Primero porque el proyecto conjunto estaba muy poco avanzado y a pesar de que él fuera un alumno tan destacado, no tendría tiempo suficiente ni conocimientos para cerrarlo en un solo día. Pero lo más absurdo era acabar con un presupuesto más bajo, pues los costes estaban ajustadísimos.

- De acuerdo. Acepto la apuesta. – Contesté sonriente y segura que aquello era más que ilógico.

- Entonces quedamos que si cumplo mi parte irás desnuda conmigo en la moto…

No podía creérmelo, pero el solo hecho de pensarlo me excitaba muchísimo, tanto, que deseaba que pudiera cumplir esa apuesta tan complicada y poder ir desnuda junto con Félix en aquella moto a gran velocidad. La idea era alocada, atrevida, morbosa y muy atrayente.

- Bueno… y si no cumples tu parte ¿Qué gano yo? – pregunté.

- Lydia, estoy muy seguro de que voy a ganar ese reto, pero si pierdo, el que paseará desnudo en la moto seré yo.

La idea también me seducía, porque de todas, todas, la ganadora era yo, porque aun perdiendo, podría desnudarme ante él, algo que soñaba con poder hacer y ganando, poder verle desnudo sería como un sueño para mi. Durante toda la tarde y la noche estuve observando sus movimientos en la mesa de trabajo, en el laboratorio, en la biblioteca, desesperado por terminar con aquel proyecto y desde luego con su apuesta. Me divertía aquello y el final que se avecinaba me ponía muy nerviosa. Me fui a casa y él se quedó toda la noche trabajando. Me costó mucho conciliar el sueño, pues no dejaba de preguntarme si Félix sería capaz o no de cumplir con su parte y de saber qué pasaría finalmente con el envite.

A la mañana siguiente Félix me esperaba sonriente en mi despacho. Un escalofrío recorrió mi cuerpo imaginando verme desnuda ante él, pensando que hubiera conseguido el objetivo.

- Hola preciosa. – me saludó sonriente.

- Hola Félix… ¿Cómo te ha ido? – pregunté nerviosa, excitada e intrigada.

- Pues compruébalo tú misma.

Eché un vistazo a todo el informe que tenía sobre mi mesa y pude contemplar todos los avances que había conseguido con el nuevo proyecto y había logrado adelantarlo casi por completo, incluso en su presupuesto, reduciendo considerablemente la parte más costosa… sin embargo no llegó a los términos de la apuesta. Me quedé mirando fijamente a aquellos ojos que tanto me irradiaban y le sonreí diciendo:

- Creo que has perdido.

- Sí, casi lo consigo, pero no he llegado… es una lástima. De todos modos cumpliré mi apuesta e iré desnudo como te había prometido.

En parte me sentí bien porque no era yo la que tenía que ir desnuda, algo que en parte me daba muchísima vergüenza, pero por otro me arrepentía, pues creo que ese hecho podía haber resultado morboso y excitante… y posiblemente una oportunidad única en mi vida.

Llegamos al garaje donde tenía aparcada su moto y junto a ella comenzó a despojarse de toda la ropa delante de mis narices, en un sueño hecho realidad: mi guapísimo alumno haciéndome todo un show, para mí solita. Aun viéndolo con mis propios ojos, no alcanzaba a creérmelo.

Primero se quitó la camisa blanca, botón a botón, hasta mostrarme un poderoso y musculoso torso. Después su pantalón dejando a la vista unos boxer blancos ajustados. Por un momento dudé que se atreviera a continuar, pero lo hizo y se los bajó, revelándome un cuerpo de impresión, tal y como vino al mundo. No me lo podía creer… Miré a sus ojos y le sonreí agradecida. A continuación mi vista se fue moviendo lentamente por cada centímetro de su cuerpo, observando sus fuertes hombros, sus potentes brazos y aquellos abdominales marcados. Para rematar su miembro parecía llamarme a pesar de encontrarse en reposo, pero me pareció grandioso… Que cuerpo más bien formado, que excitación sentía todo mi cuerpo, desde mis duros pezones hasta mi chochito que palpitaba jubiloso.

- Bueno Lydia, ¿Qué tal? Cumplí mi apuesta… ¿No lo creías? ¿Qué te parece? – me preguntó girando sobre sí, mostrándome sin pudor su cuerpo desnudo y dejándome sin habla.

- Yo… Creo… Me parece que tienes un cuerpo precioso. – fue lo que salió por mi boca.

- Gracias, la lástima es que no haya sido yo el ganador de la apuesta, jeje… Me hubiera encantado estar en tu situación.

No sé de donde saqué fuerzas y donde metí mi timidez, pero de algún modo necesitaba hacerlo:

- Félix, no te quedarás con las ganas… tu apuesta ha estado muy cerca, en cierto modo yo también estoy en deuda contigo.

A continuación ante su asombro y el mío propio, fui yo la que se fue despojando de la ropa. Primero la camiseta, sacándola por mi cabeza y exponiéndole un sujetador negro de encaje. Luego mis vaqueros lentamente a lo largo de mis piernas. Por un momento miré a los ojos de Félix que brillaban sin duda por la emoción y la sorpresa. Me saqué el sostén, dejando a la vista mis tetas para su disfrute y el mío también pues el hecho de hacerlo me calentaba un montón. A continuación fue mi tanga el que fue bajando por mis piernas hasta quedarme en pelotas ante mi atractivo alumno mexicano. Aun no sé como me atreví a hacerlo.

Cuando alcé la vista sus ojos no solo brillaban sino que deslumbraban, pero aun más su polla que se había levantado instintivamente ante mi improvisado streaptease.

- Ya estamos igual. – dije con mis manos en mis caderas de modo desafiante.

- ¡Que preciosa eres! – me dijo.

Me sentía en parte algo avergonzada y sorprendida de mi atrevimiento, sin embargo la excitación era tan grande que no me incomodaba para nada mostrarme así, sin pudor alguno delante de Félix.

- Veo que te he puesto algo nervioso – le comenté sonriente y señalando la erección que parecía no detenerse, prácticamente apuntando al techo.

- Cualquiera no se pone nervioso contigo.

- Bueno, ¿Vámos? Añadí decidida y cogiendo uno de los cascos en disposición de recorrer algunas calles de aquella manera tan inusual.

- ¿Estas segura de hacerlo, Lydia?

- Completamente.

Félix me hizo un recorrido por todo el cuerpo con su mirada, lo mismo que yo al suyo. Seguidamente se subió a la moto llevando como única prenda su casco obligatorio. Me apoyé en su hombro y me subí tras él. Inevitablemente nuestros cuerpos quedaron pegados y mil sensaciones me asaltaron. Todas ellas convertían el ambiente en enormemente morboso. Mis tetas se pegaron a su espalda y el hecho de sentirla así directamente rozándome provocó que mis pezones se endurecieran. Mi ombligo quedaba a la altura del comienzo de sus posaderas y notaba el calor que desprendían sobre mi sexo que también estaba al rojo vivo. Para colmo me agarré a su cintura para sentir aun más ese contacto de nuestros cuerpos desnudos. Los dos suspiramos a la vez ante esa sensación. Era todo increíble.

En cuanto la moto arrancó mi cuerpo se pegó aun más al de Félix. Estábamos piel contra piel en una sensación tan extraña como asombrosamente excitante. Me encantaba sentirle adherido a mi cuerpo. Notar su espalda contra mis tetas y que estas le rozaran con el movimiento. Saber además que estaba con su polla completamente erecta provocaba que mis pezones también lo estuvieran. Coloqué mis manos sobre su pubis, sabiendo que su hermosa verga estaba cerca de mí.

La moto recorrió algunas calles cercanas a la zona de mi trabajo y evidentemente nadie podía reconocerme, pues el casco ocultaba mi rostro, aunque mi pelo saliera ligeramente por debajo. Saberme anónima con mi desnudez y que la gente se quedara boquiabierta me ponía como una moto, nunca mejor dicho...

- ¿Que tal vas Lydia? – Me preguntó Félix.

- Muy bien, muy bien… Esto es tan morboso…

- ¿A que si?

Todos se paraban a vernos pasar. Desde luego la imagen de una moto con una pareja desnuda es algo insólito y eso les asombraba e imagino que también les excitaba. La mezcla de exhibicionismo que estábamos dando, el miedo, el morbo, la locura… todo junto era superdivertido.

Solo dimos unas vueltas, pues no queríamos que la policía nos detuviera por escándalo público, pero fue el tiempo suficiente para sentir tantas cosas que es una experiencia inolvidable. Al bajarnos de la moto nos volvimos a observar el uno al otro, como queriendo captar esa última imagen, desnudos uno frente al otro. Nos quitamos los cascos y permanecimos así, mirándonos en silencio durante unos segundos. Me invitó a que me girara sobre mi misma, quería verme desde todas las posiciones.

- Me encantas – dijo sonriendo.

Después se abrazó a mí, percibiendo de nuevo su calor y su polla dura pegándose contra mi abdomen.

- Gracias Lydia. Ha sido maravilloso. – me dijo dándome un pequeño beso en los labios.

- Gracias a ti – le contesté devolviéndoselo.

Nos vestimos en silencio, soltándonos alguna sonrisa cómplice de vez en cuando, sabiendo que estábamos completamente locos, pero eso nos había divertido tanto… y sobretodo: nos había provocado un placer mutuo sin igual…

Ninguno avanzamos más allá que aquellos roces, aquel abrazo y aquel beso, pero estaba segura que los dos hubiéramos deseado llegar más lejos y convertirlo en algo mucho más intenso y duradero. Todas esas sensaciones, aun siendo deliciosas, se quedaban a las puertas de lo que los dos anhelábamos, terminar lo que habíamos empezado, pero ninguno dábamos el paso. Mi freno era sin duda mi novio y hubiera deseado que Félix no tuviera tantos reparos como yo para que se lanzase sobre mí, sin embargo el hecho de que fuera tan correcto y educado, yo creo que aun me ponía más fogosa.

Por mi cabeza pasaba la idea de olvidarme de mi novio y de todo… sentir la preciosa polla de Félix entre mis dedos, tenerla en mi boca y follar con ese chico… Era más que una obsesión desde que había llegado. Lamentablemente la imagen de mi novio volvía a aparecer en mi mente cada vez que lo pensaba.

- Bueno Lydia, todavía no me creo que hayamos hecho esto. – me dijo.

- Yo tampoco Félix, es una locura, pero no me arrepiento.

- Entonces, ¿quedamos para una cena tu novio, tú y yo?

- Claro, te quedan dos días y hay que darte una buena despedida. – le decía yo pensando en el buen repaso que le daría yo pero de otra manera.

- Yo llevo el vino. – añadió despidiéndose con dos besos, una vez que nos vestimos, sin darle ninguna importancia como si nada hubiera pasado.

Al día siguiente como estaba previsto, Félix acudió a casa y yo le conté a Carlos, mi novio, que se trataba de mi alumno y que se marchaba al día siguiente, sin saber todavía si se sentiría celoso, pero al fin y al cabo sabía que me complacería y tendría el buen detalle de atenderle como anfitrión. Me puse un vestido negro de tirantes finos que es algo escotado y por encima de la rodilla con algo de vuelo y ceñido a la cintura. Sin duda quería estar elegante y sorprender a nuestro invitado.

Mi novio y él se saludaron cortésmente cuando les presenté:

- Carlos, él es Félix, mi alumno que ha venido de México.

No sé por qué razón, pero creo que congeniaron desde el principio, mejor incluso de lo que yo misma imaginaba. Félix estaba arrebatador: Una camisa larga azul marino con el cuello ligeramente abierto y unos pantalones de lino le hacían elegante y más deseable todavía, pero mi mente no se apartaba ni un momento de lo vivido el día anterior, cuando ambos fuimos desnudos sobre la moto a gran velocidad. Todas esas sensaciones me habían transformado y alucinado.

- Lydia, estás hermosa – comentó Félix dándome primero un beso en mi mano galantemente y después otro en mi mejilla ante la atenta mirada de mi novio que pareció fruncir el ceño en un gesto de celos de los suyos.

Aquella situación a la añadida de mis recuerdos sobre dos ruedas, provocó que de mi coño emanaran de nuevo fluidos y que mis pezones se endurecieran considerablemente.

En la cena los chicos volvieron a compenetrarse en temas en los que ambos parecían coincidir bastante, como el fútbol y las motos, ni siquiera sabía que mi novio conociera tanto de eso y las ganas que tenía de comprarse una. Pobrecito, si hubiera sabido que su novia ya lo había probado, pero además completamente desnuda y con aquel hombretón mexicano que tanto me excitaba. De vez en cuando, Félix parecía darse cuenta de mis pensamientos y me sonreía o me dedicaba algún cumplido guiño cuando mi novio estaba algo más despistado. El morbo se palpaba por todos lados.

Creo que bebimos bastante del vino con el que nos agasajó Félix, concretamente cayeron las dos botellas y los licores que acompañamos al final charlando los tres alegremente sentados en el sofá, algo que nos hizo desinhibirnos y hablar de cosas mucho más ardientes.

- Bueno Félix, ¿Qué tal de mujeres en tu país? ¿Tienes novia? – le preguntó mi novio.

- Ahora mismo no tengo ninguna chica esperándome, pero no me quejo, he tenido y tengo buenas amigas.

- Realmente las mexicanas son preciosas. – añadió Carlos.

- Sí, pero las españolas no tienen por qué envidiarlas. –intervino Félix mirando de reojo hacia mí.

- Oh, vaya, ¿Te ha gustado alguna?

- Ya lo creo. La belleza de las españolas te hechiza.

Yo no sabía donde meterme pero cuando los ojos de Félix se dirigían a mí de esa forma conseguía además de sacarme los colores, excitarme aun más de lo que estaba con el aliciente de que mi novio pudiera mosquearse, eso añadía más morbo a la situación.

- Bueno y en la cama, ¿Quiénes son mejores? – le preguntaba Carlos, sin enterarse de nada de nuestros secretos vividos y además, con tanto alcohol encima, le costaba coordinar las frases.

- No puedo comparar, ya que solo lo hice con mexicanas. – sentenció Félix mirándome fijamente a los ojos, provocando mi deseo aumentado. El alcohol, el morbo y la propia situación provocaban en mí, un gusto fuera de lo normal.

- Bueno, cuenta, cuenta, no te cortes, ¿Cómo se lo hacen las mexicanas?

Yo le di un codazo en el hombro a mi novio en señal de que estaba muy bebido y preguntado cosas demasiado directas y que le ponían en un compromiso a nuestro invitado. Sin embargo Félix, contestó con naturalidad.

- Muy bien, las mexicanas son muy buenas amantes, al menos las que he tenido el gusto de conocer.

- ¿Y como la chupan? ¿Hacen buenas mamadas? – añadió mi chico lanzado con aquella embriaguez.

- ¿Eres idiota? – le dije yo empujándole para que dejara aquellas preguntas, aunque en el fondo estaba deseosa de saber todas las respuestas salidas de los labios de aquel hombre tan interesante… y que además, siendo tan joven, tuviera tanta experiencia con mujeres.

- Bueno cariño, déjale que nos cuente, vamos si no le importa. – amplió mi novio.

- No Lydia, no te apures, no me importa contestar en absoluto. Estamos entre amigos… Como digo, mis compatriotas además de bellas saben satisfacer la sed de sus hombres, si bien son muy fieles a sus parejas.

- Entonces, como las de aquí, también todas muy fieles y estrechitas, jajaja… – añadió Carlos.

No podía creer lo que decía mi novio, primero por atreverse a hacerle a Félix ese tipo de preguntas y segundo porque no entendía si esa “estrechez” a la que hacía referencia era por mi o por las españolas en general. Me daban ganas de decirle: “pues tu novia la estrechita ha estado ayer con este chico en pelotas recorriendo las calles de la ciudad sobre una moto”, pero a pesar de estar algo bebida, no cometí ese error y me quedé sin pronunciar palabra.

- Sigue Félix, ¿Cómo haces para llevarte a una chica de tu país a la cama? – insistió mi chico.

- Carlos, por favor. – le decía yo agarrándole por el brazo.

- Calla mujer, déjale. Me interesa saberlo…

- Bueno, para conquistar a una mujer hay que ser muy delicado con ella, creo que tanto aquí como en México. – añadió Félix.

Mis pensamientos me llevaban a querer darle un abrazo a Félix por haber estado tan caballeroso y oportuno, en contra de las impertinentes preguntas de Carlos, siempre tan fuera de lugar, eternamente tan cerdo y obseso.

- Una pregunta Félix ¿Se dejan dar por el culo? – preguntó de pronto Carlos.

- ¡Ya basta! – dije levantándome del sofá airadamente.

- No te mosquees mujer, estamos en confianza, es solo una curiosidad que tengo. Lo digo porque las españolas son muy cortadas en eso y quería saber si las mexicanas…

- ¡Carlos! – le repetí de nuevo indignada, primero por airear nuestras intimidades y por ser tan descarado y maleducado.

- Nena, si no quieres escuchar te vas, ya se que a ti eso no te gusta, pero a mi me interesa… - añadió Carlos

Nunca había dejado a mi chico que tuviéramos sexo anal, pues me daba un pánico terrible, pero tampoco era cuestión que lo contara a los cuatro vientos. Sin embargo, yo también estaba intrigada por saber lo que contaba nuestro invitado y me senté de nuevo, afirmando mi interés. Félix rió al verme tan atenta, pues él sabía de mi virginidad anal.

- Creo que si vas muy directo, ninguna mujer va a dejar que le hagas determinadas cosas, que a priori le atemorizan, es lógico. Es cuestión de tacto y sobretodo de no forzar la situación y hacerle entender a la chica en cuestión que no tiene nada de malo o de peligroso. – nos explicó.

Hubo un largo silencio, por un lado la contundente frase de Félix me dejó pensativa y a mi novio haciendo quinielas de cómo conseguirlo, pero nadie añadió nada más y la conversación quedó ahí. Tras las copas y la charla que tan interesante tema, Carlos estaba rendido o más bien bebido y en poco tiempo se quedó profundamente dormido en el sofá. Lo cierto es que había ingerido más alcohol de la cuenta, aunque eso tampoco era nada fuera de lo normal. Me levanté y ocupé el asiento al otro lado junto a mi guapo invitado, tomándole de las manos.

- Félix tienes que perdonar a Carlos por esas impertinentes preguntas… Es muy desconsiderado y bastante grosero.

- No te preocupes, preciosa, no pasa nada.

- Sí, pero no quería que te importunase. – añadí.

- Me ha gustado mucho hablar de ello… ¿Y tú? ¿Qué opinas? – me preguntó mirándome a los ojos.

- Bueno, yo… me he quedado cortada y también algo intrigada.

- ¿Ah si?

- Sí, sentía curiosidad…

- Entonces ¿Te serví de ayuda?

- Pues creo que sí, no parece tan horrible como yo creía… La verdad es que él no ha tenido mucho tacto precisamente, como tú decías… siempre ha ido “a lo bruto” y yo tengo mucho miedo a eso, Félix… siempre pensé que me iba a doler mucho… algo que no me hace relajarme.

- No tienes por qué temer nada si él lo hace con cuidado. El sexo anal es algo muy natural y cuando lo descubres no dejas de practicarlo. Es fantástico.

- Pero duele un poco… reconócelo.

- No Lydia, eso es un tópico, no duele nada si estás preparada y créeme el día que lo experimentes, dejarás esos miedos para aventurarte en un mundo muy placentero y gozoso.

Aquella frase me gustó en un momento en el que yo estaba además de algo bebida, muy cachonda. Sin poder resistirme le planté un beso en la boca en señal de mi agradecimiento y de su galantería, además de sentir un deseo cada vez mayor hacia él. Como me ponía mi alumno mexicano…

- Lydia, eres una mujer estupenda. Ojalá algún día tu novio pueda mostrar ese cuidado para llevarte al séptimo cielo, como tú mereces. Y sino, aquí me tienes a tu disposición – señaló Félix sonriendo.

- ¿Lo harías por mí? – le contesté con la mejor de mis sonrisas y con una calentura de campeonato.

- ¿Bromeas? Nada me complacería más. Hacer el amor contigo debe ser como un regalo de dioses. Algo así como un sueño.

Hay que ver las cosas tan bonitas que sabía decir aquel alumno mío… A cada momento me ponía más y más caliente. No pude remediar darle otro beso pero esta vez mi lengua quiso explorar la suya y darnos un morreo intenso mientras mi novio dormía como un tronco sobre el sofá a pocos centímetros de nosotros. Félix acariciaba mi cabeza y yo me agarraba a su cuello como queriendo que no se fuera nunca y que nuestras bocas se fundieran en ese beso inolvidable.

- ¡Hagámoslo! – dije de pronto mirándole fijamente a los ojos.

- Pero… ¿Cómo?

- Quiero follar contigo Félix y… que estrenes mi culito. Necesito un experto para iniciarme en esa locura del placer.

- Lydia… ¿Ahora?

- Sí, ahora o nunca, sino no me atreveré…

- Pero ¿Estas completamente segura? ¿Quieres que follemos…? ¿Y tu novio…?

- Félix, hazlo antes de que me arrepienta… Además Carlos está como un tronco… Vayamos al dormitorio.

- Pero… podría despertarse. – añadió con temor.

- Félix, quiero follar contigo ahora, estoy muy cachonda y quiero hacerlo en mi cama… Carlos cuando está así, se queda muerto… no se entera y además… ¿No te parece super morboso saber que nos pueda descubrir? – sentenciaba yo, sin creer lo que salía por mi boca, comportándome de una forma inusual, como una auténtica zorra caliente.

- Pero Lydia… es una locura, si él despertase…

- Ah vaya, ¿Tienes miedo? Recuerda que yo me atreví con el asunto de la moto.

- Nada de miedo, preciosa, si tú estás segura, no hay objeción. Por ti, merece la pena arriesgarse a eso y más.

Le tomé de la mano tirando de él y para evitar que yo misma pudiera arrepentirme, nos dirigimos a mi dormitorio. Félix se sentó en la cama y yo a horcajadas sobre él. Me agarré con mis manos a su cuello y nos quedamos mirando unos segundos fijamente. Nuestros pechos estaban unidos, podíamos percibir la respiración del otro y los respectivos sexos en contacto a través de la ropa. La erección de Félix era evidente y palpable en mi coño que ya estaba hinchado y palpitante. Le saqué la camisa como una desesperada, acariciando ese torso desnudo que tanto me embelesaba… seguía besándole en el cuello, en la boca, mientras él acariciaba mi espalda por encima del vestido y la otra mano se introducía entre mis muslos buscando el lugar más caliente de mi cuerpo.

- Dios que gusto Félix… - dije entre suspiros al notar como sus dedos habían llegado hasta mi tanga empapado.

La lengua de Félix se movía con tremenda pericia, pasaba por mis labios, jugueteaba con mi lengua y yo quería que aquello no terminase nunca. Buscaba con mis labios atrapar esa lengua juguetona. Estaba cachondísima. Le deseaba… le necesitaba. Me sacó el vestido por encima de la cabeza y observó mis pechos desnudos de nuevo, pero esta vez no se conformó solo con mirarlos, sino que los atrapó con esas divinas manos que me hicieron estremecer…

- Félix, que delicia… - repetía yo mirando hacia atrás, pensando que mi novio pudiera espabilarse, pero nada, con semejante borrachera estaría fuera de juego por bastante rato.

- Lydia, cuanto he deseado este momento – repetía mi alumno.

Nuestras caricias eran continuas y nuestra lucha por despojarnos de la poca ropa que nos quedaba era desesperada, hasta que, como dos locos, nos pusimos en pie y mutuamente nos quitamos las últimas prendas, hasta quedarnos completamente desnudos. Del mismo modo que en la aventura de la moto, volvimos a observar nuestra desnudez, pero ahora ya no hubo ningún impedimento, ninguna timidez para tocarnos, para acariciarnos, para besarnos incesantemente. La polla de Félix se veía esplendorosa y creo que vigorosamente grande. Al sostenerla entre mis dedos él no pudo evitar emitir un pequeño gemido que aun me encendía más. Ya no había marcha atrás, ahora iba por fin, a follar con ese hombre… y me iba a iniciar en ese prohibido mundo del estreno de mi culito.

Eché una última mirada a mi espalda en busca de mi novio. Esa sensación de saberle allí, tan cerca, completamente ebrio y sin percatarse de nada, me producía un gusto inaudito.

- Félix me encanta esta polla, cuanto he soñado con acariciarla – le decía yo sin dejar de juguetear con ella entre mis dedos.

- Lydia, es una maravilla, tus caricias me enloquecen…

- Pues vas a ver como trabaja mi boca. – Sentencié.

Tras decir eso, le empujé sobre la cama, quedándose tumbado y con su preciosa daga apuntando al techo. Me arrodillé sobre la cama a su lado y frente a la palpitante verga de mi mexicano adorado. La tomé de nuevo entre mis dedos, como un trofeo anhelado y con mi lengua recorrí toda su longitud, desde su base hasta la punta mientras de reojo observaba como él se estiraba y cerraba los ojos en síntoma claro de lo bien que lo estaba disfrutando. Lo siguiente fue chuparle los huevos, con la lengua, con los labios, incluso mordisqueándolos con mis dientes. Esas bolas divinas y bien afeitaditas tenían un sabor extraordinario, cuantas veces las había soñado y ahora las devoraba con empeño. Luego me metí todo ese enorme tronco en la boca, lentamente pero hasta casi llegar a mi garganta y comencé a mamarlo con todas las ganas. Solo se oía el ruido de mi aliento y mi boca que lubricaba aquel impresionante pene. Mis manos se agarraban a sus caderas y mi velocidad iba en aumento como si aquella mamada fuera lo último por hacer en mi vida. Me pidió que me tumbara en la cama pues veía que no podría resistir por más tiempo las caricias que mi lengua y mis labios estaban proporcionando a su delicado miembro. Era su turno para arrancarme todo el placer.

Al tumbarme y recibir de inmediato la lengua de Félix en el interior de mis muslos creí entrar en el paraíso del placer. Recorrió mis piernas incesantemente hasta que llegó a mi vulva, allí se desbordó, trabajando afanosamente con sus labios y su lengua. Lo hacía maravillosamente y mi cuerpo sentía todo el placer del mundo. Tenía que sostenerme a su cabeza y solo repetía su nombre en señal del gusto que me estaba suministrando. Que placer tan grande.

- Ven Lydia, quiero follarte. – me dijo incorporándose. Se sentó al borde de la cama y volvió a mirarme con esos ojos que me traspasaban, que me encendían más y más. No había nada más excitante que aquello, era superior a mí. Por fin iba a sentir la polla de mi aventajado alumno dentro de mí, esa anhelada ilusión se iba a hacer realidad y con el morbo añadido de tener a mi novio tan cerca.

- Dios, que sensación Félix, esto es tan excitante… - le decía yo en pie agarrada a su mano dispuesta a montar como una loca sobre su poderosa daga.

- Ven, preciosa. – me repetía Félix sentado sosteniendo con fuerza una verga que me pareció gigantesca.

- Que polla… es enorme…

- Es toda tuya, nena. Súbete y cabalga, mi vida…

Así lo hice. Abrí mis piernas y me senté sobre mi deseado alumno. Agarré aquel violáceo capullo y lo orienté entre mis muslos hasta que su punta se ubicó en la entrada de mi coño. Tuve que cerrar los ojos, porque casi me mareo de esa sensación… más aun cuando la cabeza de esa preciosa polla se hizo paso en mi interior, para después centímetro a centímetro dejarme caer sobre ella y quedar empalada. Dios, que gusto era sentirla tan adentro, pensé que me iba a partir en dos, sin embargo se adaptaba perfectamente, creo que ambos estábamos hechos para follar como si fuéramos el engranaje perfecto. Abrí mi boca para que la lengua de ese hombre se introdujera a jugar con la mía, quería tener todo lo máximo de él... sentirle plenamente.

- Que polla más rica… Félix… que delicia - repetía yo, olvidándome de mi novio dormido…

- Es toda tuya preciosa, disfrútala.

Empecé a subir y bajar continuamente por esa larga tranca que me arrancaba gusto tras gusto logrando hacerme estremecer de placer con cada embestida. Salía hasta casi la punta para volver a dejarme caer y sentirla completamente. Era increíble el gusto que me estaba proporcionando aquel mexicano tan habilidoso, creo que mereció la pena toda la locura, de otro modo no hubiera apreciado que esa polla ahora me pertenecía, estaba dentro de mí y no quería que ese momento se acabase nunca. Follábamos con desesperación, nos besábamos, nos acariciábamos y gemíamos sin importarnos que Carlos se pudiera despertar, solo éramos Félix y yo. El chapoteo de nuestros sexos lubricados era un sonido celestial y yo me apoyaba en el cuello de mi venerado alumno y me dejaba caer intentando hacer más intensas cada una de las acometidas.

Nuestros cuerpos desnudos sudaban y se unían en un polvo maravilloso, ese que nunca mi novio me había regalado en condiciones y que me hacía sentirme nueva, diferente, excitada… y muy feliz. Podría haber pensado en el engaño que estaba cometiendo, la gran locura de serle infiel y tan cerca, sin embargo, follar con el guapísimo de Félix y tenerle dentro de mí era lo único que merecía la pena.

- ¿Estás preparada Lydia? – me dijo de pronto.

- Sí, lo estoy. – contesté decidida mirándole fijamente a los ojos y con esa polla que llegaba a lo más hondo de mi ser sabiendo que en ese momento se abriría paso en mi virginal culito.

Félix comenzó a acariciar mi esfínter con sus dedos sin dejar de introducir su miembro en mi sexo ni de besarme tiernamente, consiguiendo que mi cuerpo se dejara llevar relajadamente. Un dedo se abrió paso sin dificultad en mi agujero posterior, de forma increíble y con él fue haciendo las veces de un pequeño folleteo en mi culo.

- Lydia ¿tienes algún aceite corporal? – me preguntó sin dejar de hurgar con su dedo mi orificio.

- Sí, tengo.

- Tráelo, preciosa.

Me costó separarme de Félix durante los pocos segundos que tardé en dirigirme al baño en busca del aceite que utilizo para después de la ducha.

- Este ¿Puede valer? – le pregunté a mi nuevo amante que permanecía con una enorme erección al borde la cama cuando regresé rauda.

- Sí, es… perfecto. Date la vuelta, quiero ver ese precioso trasero en pompa, Lydia. Vas a ver como lo vivido hasta ahora es solo el comienzo, ahora voy a romperte el culo y vas a ver las estrellas.

Sus palabras me enloquecían, a pesar de que en muchas ocasiones el solo hecho de pensarlo me producía pavor, ahora me sentía con tremendas ganas de probarlo. Iba a ser Félix, ese que fuera mi becario, ahora mi profesor en esta nueva enseñanza. Coloqué mi culo frente a su cara que sentado desde la cama lo toqueteaba, lo mimaba lentamente y lo lamía con su lengua mientras separaba los cachetes y provocaba que mi agujero se abriera ante aquellas caricias y chupeteos. Yo creía morirme. Miraba mi cara reflejada en el espejo del armario que se encuentra justo frente a mi cama y comprobaba que era de puro vicio, estaba más cachonda que nunca en mi vida. Mis ojos brillaban a más no poder, mis carrillos enrojecidos indicaban el nivel de calentura y lo remataban mis pechos inflamados con los pezones puntiagudos…

De pronto sentí un dedo entrar por completo en mi culo, pero no me dolió en absoluto, porque sin verlo imaginaba que Félix lo había lubricado a base de bien con el aceite.

- ¿Qué tal preciosa?

- Muy bien, Félix, es cierto. No duele nada.

- Claro mujer, verás como poco a poco se va dilatando.

No sé de donde sacaba esas habilidades, ese chico tan joven era un auténtico experto en dar placer, ignoro si tenía mucha experiencia en el tema, pero desde luego nadie me había mimado tanto y me había regalado tanto gozo. Sus dedos pasaban de mi sexo a mi culo varias veces, mientras que con la otra mano lo hacía entre mis tetas y mi ombligo, aquellas caricias me hacían aflojarme muchísimo. Un nuevo dedo entró en mi culo y esta vez bien adentro. Pero lo mejor de todo es cuando lograron entrar dos a la vez. A los pocos segundos sí que sentí cierta molestia, pues era algo tan grande que nunca antes se había alojado en mi parte trasera. Pegué un pequeño gritito al notar esa rara presión en mi ano.

- ¿Todo bien? ¿Algún problema?– preguntó con preocupación.

- No, no, Félix, es algo raro, pero me da mucho gusto. – le dije para que no se detuviera, sabiendo que la cosa no se podía quedar ahí.

- Bien Lydia, estás muy bien para recibir mi miembro. ¿Quieres que te la meta por ese precioso culo?

- Félix… te lo suplico.

- Notarás resistencia y un pequeño ardor que parecerá molesto, pero no creo que te duela. Si así ocurre preciosa, dímelo y paro de inmediato.

- Vale cariño, dámelo ya, quiero sentirlo en mi culo, no puedo más… - le decía yo rematadamente excitada.

Félix cuidaba cada detalle al máximo y creo que eso era lo que me daba la sensación de tranquilidad y al tiempo de relajación para recibir su miembro en mi agujero inexplorado. Supongo que en otras ocasiones, el miedo y la falta de relajación no permitían aflojar mis músculos y en ese momento estaba más dispuesta que nunca.

Con sus manos me abría completamente los cachetes del culo y agarrado a su verga la orientaba primero a mi coñito caliente que seguía lubricando sin cesar y luego tras embadurnarme de aceite lo intentaba colar por detrás. Miré al espejo de nuevo y la escena me trasladó a un mundo nuevo, me sentía extraña al verme allí reflejada en esa postura semi doblada con mis carrillos encendidos y por debajo una polla que hacía esfuerzos por abrirse paso. La imagen era la más impactante del mundo. Pero precisamente esa imagen me ayudaba a pensar que no era yo sino otra Lydia la que iba a ser empalada por aquel guapo mexicano. Su cara también se veía en el espejo, concentrada en preparar mi parte posterior, afanándose en darme más placer que dolor, pero incluso en ese momento no importaba otra cosa que no fuera su polla dentro de mi culo y que me desvirgara de una maldita vez.

- Lydia, voy a follarte ese culito divino que tienes, eso que tanto soñé. – me decía con la voz temblorosa.

Su capullo se abrió paso sin problema, con menos resistencia de la que esperaba y al verme en el espejo medio levantada y dispuesta a ser sodomizada por primera vez quise grabar esa imagen para siempre.

- Oh Félix que caliente se nota, que gustito, métela… métela por Dios…

Mis súplicas no se hicieron esperar, lentamente se fue abriendo paso, como a cámara lenta y toda la verga de ese hombre me abría en canal sintiendo una sensación nueva y extraña. No se podía considerar como dolor, ni escozor, ni posiblemente la mezcla de las dos cosas, pero sabiendo que Félix lo iba a conseguir, con su habilidad, con su paciencia y su fabuloso tacto. Hubo un momento en que esa especie de dolor y placer mezclados me llevaban a perder el aire, creo que estaba entrando en una dimensión nueva y sorprendente, porque en un instante justo cuando Félix logró introducir unos centímetros más, ese pinchazo agudo era acompañado de más placer y mi postura forzada me llevó a dejarme caer con el propio peso de mi cuerpo. Toda la polla de mi alumno se introdujo en mi culo, hasta notar sus huevos pegados a mi sexo hinchado.

Sé que grité, no se cuanto ni a que volumen, pero noté como mi garganta explotaba soltando una especie de alarido que debió oírse por toda la casa. Nos detuvimos por un instante, abrazados y quietos, pensando que Carlos hubiera podido escuchar mi aullido. Aguanté ese nuevo pinchazo en mis entrañas y poco a poco fue desapareciendo para convertirse en un placer inusitado. Los dos cuerpos estaban unidos y así se veían reflejados en el espejo, su cabeza pegada a la mía, su cuerpo en mi cuerpo, su verga en lo más adentro de mi culo. Le sonreí y tras asegurarnos que nada ni nadie podrían enturbiar ese momento, ni mi propio novio que seguía dormido como un tronco, comenzamos a follar con todas las ganas. Mi cuerpo subía y a bajaba sobre su verga que estaba ensartada hasta lo más hondo.

- Félix, que gusto, Dios, no sabía que esto era tan maravilloso… - le repetía una y otra vez jadeante.

- Ese culito es una delicia princesa. Nunca había sentido nada igual.

No sé si eran ciertas sus palabras pero de la manera en como gemía y como se aceleraba su respiración cada vez que dejaba caer mi cuerpo sobre él, no parecía que estuviera fingiendo precisamente. Notarle gozando al igual que yo, era algo tremendamente cachondo y placentero. Félix me agarraba por las caderas y observaba como la lubricación se hacía perfecta y yo en el espejo como nuestros cuerpos se unían continuamente, arrancándonos más y más placer.

El resto del dolor desapareció por completo o al menos, si lo había, era cubierto completamente por oleadas de placer. Me sentía tan a gusto así, follando con Félix que me hubiera tirado horas. Y verme allí reflejada era lo más apasionante que había vivido. Seguía dejándome caer sobre la preciosa verga de Félix que se abría paso en mi culo que la recibía gustoso. Que gozada. Cuantas veces pensé en este momento y que tonta fui de no haberlo probado antes.

- Que gusto princesa, creo que no voy a aguantar más, me voy a correr. – eran las palabras entrecortadas de mi hombre, ese que me arrancaba el placer en lo más profundo de mi culo.

- Córrete Félix le decía yo, mientras arqueaba mi espalda intentando que aquella verga deliciosa entrase aun más adentro.

De pronto Félix se agarró a mis tetas y mantuvo su polla bien adentro, cuando de pronto, los primeros chorros de su leche bañaron mi agujerito posterior. Varias embestidas más y varios espasmos daban lugar a una corrida monumental por su parte. Y yo me sentía dichosa y así continué cabalgando sobre su estaca intentando sacar todo su jugo. Poco después sus dedos empezaron a jugar con mi clítoris y su polla que aun no había reducido su dureza dieron el espaldarazo definitivo al orgasmo que salió de mi interior entremezclado entre jadeos y gritos, pronunciando su nombre:

- Félix, Félix, Félix…

Él me abrazaba por detrás y seguí apretando su pelvis contra mi culo para que todos esos calambres de placer llegaran a lo más profundo de mi ser y vaya si llegaron, por un momento sentí una especie de mareo y ese orgasmo fue muy distinto a otros muchos que había tenido otras veces. Fue una maravilla.

Exhaustos, terminamos separándonos y yo me giré colocándome nuevamente sobre él, cara a cara para besarle, sosteniendo su rostro entre mis manos, mi lengua exploraba dentro de su boca, quería seguir atrapando la suya, darle todo ese placer que acababa de regalarme.

Una última mirada a sus ojos que brillaban vivaces para decirle:

- Gracias.

- Gracias a ti, preciosa. Nunca podré olvidar esto. – contestó sonriente.

Mi novio seguía sin enterarse de nada y aun aprovechamos para seguir acariciándonos y besándonos durante un buen rato, queriendo vivir a tope ese momento que sería uno de los más felices de nuestra vida, al menos lo fue para mí. Sabía que Félix al día siguiente desaparecería, sin embargo su presencia estaba junto a mí y el recuerdo de haberme dado el mayor de los placeres estrenando mi culo, eso fue inolvidable... Nunca podré estar lo suficientemente agradecida de cuantas cosas me ha regalado mi “mexicano españolizado”… ese que pasó de ser un alumno aventajado a mi mejor profesor particular.

Lydia

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7 comentarios:

El Aparcacuentos dijo...

solo puedo decir Ufffffff e irme a dar una ducha bien fresquita,,,,

sin aliento me he quedado
que barbaridad

a tus pies¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

El Aparcacuentos dijo...

solo puedo decir Ufffffff e irme a dar una ducha bien fresquita,,,,

sin aliento me he quedado
que barbaridad

a tus pies¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

Erotismo dijo...

sin duda... si que supo cómo enseñarte una lección inolvidable!

bonito blog, amiga... sin duda, mucho talento.

Anónimo dijo...

Lydia, ésta es otra muestra de tu innegable talento literario y erótico: daría lo que fuera y me pidieras por tener el privilegio de ser tu alumno aventajado.

Lo mejor de tus relatos es la calidad literaria de los mismos, tu dominio del lenguaje, tu facilidad para describir situaciones, sentimientos...

Si escribieras sobre cualquier otra temática seguro que serían tan buenos como tus narraciones eróticas.

Un beso muy especial.

Marc

Claudia Newman dijo...

Nena, ando por aquí leyendo tus cosas y me has puesto a cien...

Esto de las humedades a destiempo nunca es bueno...

Anónimo dijo...

Que bueno, calidad literaria,no lo dudo, es difícil leerlo del tirón, yo por lo menos no pude por motivos obvios

franzii dijo...

ohhhh...fantastico....a cualquiera le gustari q eso le sucediera..jaja

pero me encanto la forma de expresion de la historia...

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